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Tratamiento Integral de los Trastornos de la Conducta Alimentaria
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Testimonios

Mi vida no tenía ningún sentido, ya no valía la pena luchar por nada porque cuando crees que no tienes nada, o mejor dicho que no te tienes a ti misma, el mundo ya no es mundo, crees que la vida se apaga. Demasiados años en un círculo vicioso donde la cosa iba de mal en peor. Un camino de autodestrucción en el que o decidía echar el freno de mano o mi vida se me escapaba cada vez que tirara de la cisterna.

Llegó el día determinante en el que definitivamente, ésta vez sí, quería cambiar mi vida, me la estaba perdiendo. ¿Cuántos momentos más va a despreciar?, ¿Qué precio finalmente iba a pagar por ello?.
Entonces fue cuando conocí TITCA. A partir de ese día conocí el cambio, un cambio muy duro pero necesario y sobre todo posible. Y a ciegas, confié en ellos.
No ha sido un camino fácil, he llegado a desesperar muchas veces, a decirme ¿Cuánto tiempo más?, a querer tirar la toalla, he tenido que “caer” muchas veces para levantarme otras tantas y en una parte de ese cambio tuve que aprender que el bambú chino tarda casi 5 años en dar su primer tallo y en comenzar a crecer. Y poco a poco comencé a tener paciencia, porque los cambios llegan, pero para eso hay que trabajar, no hay que rendirse y hay que enfrentarse a las resistencias y a los miedos. Y durante ésta etapa interioricé muchas cosas.
Me habéis enseñado que los apoyos son necesarios, sentir que no estás sola. Que lo sepa todo tu gente de confianza te facilita gran parte del trabajo. Entrar en el grupo de apoyo, además en éste caso en el mejor que puede existir, donde poder compartir tu día a día con tus chicas que te entienden como nadie y no sentirte juzgada ni “rara”. Me habéis enseñado que lo que para mí era comer sano, pollo, pescado y verduras a la plancha no era más que una dieta restrictiva en la que tenía prohibidos muchos alimentos que tenía etiquetados con el cartel de ¡cuidado que engorda! Cuando es totalmente falso y se puede comer de todo en su medida, es más, es necesario para que tú cuerpo no note esas carencias.
En especial a mis terapeutas, Candi y Emi, que son con las que más tiempo a solas he pasado. Me habéis enseñado que la ansiedad igual que viene se va, si soy capaz de sostenerla durante unos minutos, cosa era imposible de controlar, pero a los profesionales de TITCA todo es posible, no hay nada fuera de tus posibilidades. Para ello he tenido que hacerme con un sinfín de herramientas. Continuos registros marcando día, lugar, hora, pensamiento y conducta y esto me ha llevado a darme cuenta de que nada sucede porque sí, que diempre hay una emoción y que a posterior actuamos y si aprendemos a ser cada vez más conscientes, ese click nos puede nos puede ayudar a reaccionar a tiempo. A apuntar todo lo que comía, a más técnicas de respiración, a visualizaciones que me hicieron reaccionar, a llenar mi propio vaso y no esperar a que otros vengan a llenármelo. A no echarle cuenta a los pensamientos negativos que siguen y seguirán ahí, pero que aprendes a callarlos y poder seguir disfrutando de lo que estás haciendo. A irme a realizar una lista de alternativas para no caer en el atracón, a las temidas exposiciones (uno de los momentos más duros, tener que exponerte a lo que te provoca ansiedad).
Me habéis enseñado a cuidarme y a quererme. A escribir y valorar mis logros diarios, por pequeños que puedan parecer. He dedicado tiempo a las partes que me gustan de mí y a las que no, para acabar aceptándome, porque es con éste valioso cuerpo con el que voy a convivir toda mi vida. Me habéis enseñado que la felicidad reside dentro de mí y que sólo yo soy la única que he de cuidarme, es un error querer llenarse con lo de fuera, porque al final, el agua se acaba escapando de lo que es tu vaso por ese “boquete” que sólo tú puedes llenar.
Gracias a profesionales como Gema por todo éste aprendizaje diario, por ser la mejor profesora emocional y hacerme conocedora de tantas emociones buenas y no tan buenas en la vida y aprender a convivir con cada una de ellas. Gracias por acercarte a mí de esa manera tan cercana y con esa dulzura que desde el primer momento me encandiló y me hizo ser yo misma.
Gracias a profesionales como Jose por esos mitos que has ido desmontando en mi cabeza diariamente, en cada uno de tus reposos, llegando a mí con tu verdad, convenciéndome de todo con ese genial trabajo donde me lo reestructuras todo y me haces ver las cosas de otra manera. Y gracias también por hacer que los días fueran más amenos, dándole esa chispa a la clínica y hacernos reir tanto. que muchas veces se necesita.
Gracias a profesionales como Emi por empujarme a ser capaz de ir desnudando el miedo y que sea él el que se vaya haciendo pequeñito ante mí. Por hacer de nutricionista, psicóloga, consejera, amiga, un poco mamá también y porque sin ti, todo esto no sería posible.
Gracias a mi terapeuta Candi por haberme abierto esa puerta y seguir acompañándome semana tras semana en ese duro camino, lleno de duelos, que sé que de tu mano superaré y que con tu orientación y mis ganas, nos vamos haciendo cada vez más y más fuertes juntas.
Gracias a todo el equipo de profesionales por lo dicho anteriormente y por mucho más, ya que dos folios no son suficientes para expresar tanto agradecimiento y felicidad por la vida que me habéis enseñado que realmente existía.
No me olvido de nadie, Bego que abre cada día esa puerta con su enorme sonrisa y ya por eso sabes que vale la pena haber entrado y que todo irá bien aunque arrastres un mal día. O de todas las chicas en prácticas siempre tan atentas y que de corazón están en cualquier momento, en especial Lucia porque desde el principio me acompañaste, regalándome tu serenidad, paz calma y esa tranquilidad que tanto me llegaba. Eres y serás una grandísima profesional.
Y hoy gracias a todo esto ya puedo decir con, la voz firme que estoy en calma, serena  segura y tranquila. Soy consciente de mí misma y me amo tal y como soy.
No tengo necesidad de disfrazar la verdad, de quedar bien con nadie. Intento que lo que siento, pienso, digo y hago se corresponda.
Ya no espero agradar a todo el mundo. He comprendido que es algo imposible y que si para gustarle a todo el mundo dejo de ser fiel a mí misma prefiero no gustar a la gente.
Hoy ya me he alejado de lo que no me hace feliz, vaciando mi mochila, desprendiéndome de todos los fantasmas que no me dejaban avanzar y estoy empezando a andar ligera en este viaje, independiente, sin ese equipaje que tanto daño me hacía y ni siquiera me había dado cuenta.
Además me he despedido de quien tenía que hacerlo y no he vuelto a mirar atrás, porque por fin me desencadené y soy libre para decidir quién quiero que forme parte de mi vida y quién no.
He aprendido a amar cada uno de mis defectos y a lo que es aún mejor si cabe, de no olvidarme jamás de estar orgullosa de mis virtudes
LorenaA mi gran equipo de profesionales

Haciendo limpieza de cajones han caído entre mis manos un par de papeles bastante arrugados, escritos con letra rápida y guardados al fondo, como escondidos. Nada más empezar a leerlos me han empezado a llover recuerdos, son todo sentimientos de tristeza, de odio hacia mi cuerpo, dolores de cabeza…y al leerlos ya no vuelve ese dolor sino que respiro y sonrío. Amo la vida que tengo.

A día de hoy puedo decir que ya voy de cena con amigos y no pienso si la carne llevará salsa o si no habrá ensalada, soy capaz de salir de un plato y disfrutar la noche con mi gente, tampoco pienso en mi digestión. He vuelto a reír a carcajada limpia por tonterías, en casa ya no ven tristeza en mis ojos, bailo haciendo el chorra con mi hermano, entendí que el light no tiene sentido ni para un diabético, si hay un mal día respiro y se que mañana irá mejor, tengo fuerza para luchar por lo que quiero, centro mis energías y mi tiempo en lo que me ilusiona, entendí que el amor no es dejarte cuidar, que va más allá, primero me amaré y luego lo compartiré.
Disfruto secándome el pelo de noche con una vela y una canción que me hace sentir bien, bajo la ventanilla del coche y sonrío cuando el aire mueve mi pelo como un videoclip de Beyoncé, bailo dentro de los probadores de las tiendas donde tantas lágrimas derramé por una talla arriba-abajo, me voy de cañas y pico sin contar el número de cacaos , me como la chocolatina que me ofrece un nene de madre suiza, soy capaz de parar y tomar conciencia de donde estoy, si siento frío o calor, a que huele, que se siente…porque no puedo parar el tiempo y quiero que la vida no me pase de manera fugaz, quiero vivirla, disfrutarla, bailarla…quiero exprimirla.
No me olvido del 10 de junio de hace ya 3 años atrás, cuando en la cena fastidié el cumpleaños de mi padre, sí, por una ensalada, no se si recuerdo por la salsa o si fue el picoteo, en fin, discutiendo con ellos acabamos todos llorando…Esa noche lo hablamos: era hora de buscar ayuda.
A día de hoy “bendigo” esa noche, esa “mala noche”. Caí en manos de excelentes profesionales, ya hace 3 años de aquello y puedo asegurar que durante todo el tratamiento tuve ganas de abandonar alguna vez, pero siempre había un relato, un recurso, una frase o un silencio que hacía que siguiese luchando. Para mi era como desnudar el alma y confiar, sentía que cada vez que iba a consulta salía peor, era como el refrán “al remover la mierda esta huele”, y así era. El tratamiento no es una dosis en comprimidos o un gotero…es energía, constancia, fuerza, voluntad, apoyo, y sí, mucho lloro, ansiedad y miedo. Sorprendentemente siempre había un recurso para cada una de las etapas, para cada miedo. Te desnudas, confías y te abres ante dos personas desconocidas para que te ayuden a salir de tu infierno que tiñe tu casa, tu familia y tu mirada.
Pasar esta enfermedad, esta mierda (no tiene otro nombre), es duro, durísimo, pero cuando entre tantas lágrimas, tanto sufrimiento caminas, y caminas, caes, te levantas, lloras y caminas…te hace sentir orgullosa, creer en ti, puedes con esto y con más.
Antes de empezar todo el tratamiento creía firmemente que era imposible que una persona con toda esta “parafernalia” en la cabeza pudiese recuperarse y salir, ahora puedo decir que sí, se sale. Las voces se apagan, el pincho y caña a las 17h de la tarde dejan de ser un problema, la comida no es el centro de tu vida y aprendes a dejar de ser tan esclavo de tu cuerpo.
Vivimos rodeadas de dietas milagro, operaciones bikini y ángeles de Victoria Secret y debo reconocer que a día de hoy es una lucha interna para que todo esto no cale y la enfermedad no vuelva a abrazarte, ni tan siquiera rozarte.
Agradezco la calma, el silencio tras un cambio de talla por una variante de pantalón o después de comer un helado en buena compañía. La sensación es como el alma envuelta en vaselina. Puedo decir que he aprendido a conocerme, pero sobre todo a escucharme.
Saco muchísimas cosas positivas que me han hecho crecer y que me han enriquecido. Puedo decir que soy feliz y no lo cambio por un par de tomates.
Testimonio de paciente. 26 años.

Somos los padres de una niña de 22 años que ha padecido anorexia. (Decimos “ha padecido” por que a la enfermedad hace mucho que no la vemos)

Aunque no importe mucho como empieza todo, el caso es que hará unos tres años aproximadamente, poco a poco, te das cuenta que tu niña no come como siempre… que va perdiendo peso, y sobre todo que no es feliz.
La primera tarea difícil es hacerle ver a ella que tiene un problema, que necesita ayuda y que así no puede vivir.
Buscamos ayuda y ahí empieza una larga batalla entre la enfermedad y todos nosotros que no ha sido nada fácil, pero la tenemos casi ganada.
Al principio, las pautas de nutrición, fueron muy duras, tenía que volver comer alimentos que no probaba hacía ya mucho tiempo y que ella misma se había prohibido. Los primeros eran prácticamente alimentos de dieta total, pero comer cinco veces al día, no lo llevaba nada bien, luego con las introducciones a los hidratos, los dulces… y demás, eso fue también muy duro.
Durante un largo tiempo, vives momentos muy duros, yo era la que le ponía la comida, y por ello, se enfadaba conmigo y me trataba fatal, más de una vez hemos terminado de comer llorando las dos…
La introducción de algún alimento nuevo de los prohibidos para ella, era todo un mundo, teníamos que avisarla quince minutos antes para sus ejercicios de relajación yo tenía hasta miedo de cómo iba a reaccionar al vérselo en el plato, si he dicho miedo, he llegado a tener de mi hija, ya que se transformaba y parecía otra persona.
No solamente hubo que trabajar la alimentación, su autoestima estaba por los suelos, tenía el don de transformar un piropo en un insulto… era desesperante, teníamos que pensar antes de hablar para no hacerle daño.
Luego los deberes que Gema le mandaba, de ellos no nos enterábamos tanto pero sabemos que para ella también fueron duros.
Nosotros también nos hemos equivocado muchas veces y le hemos hablado mal a nuestra hija, hartos de tener que vivir con la enfermedad, pero a nosotros también nos han enseñado y mucho.
Durante todo el tratamiento ha tenido muchos altibajos y nosotros también, ya que cuando la veíamos mal pensábamos que nunca iba a estar bien. Pero siempre con el apoyo de Gema y Emi y siguiendo sus consejos por duros que fuesen, poco a poco íbamos avanzando y aun con
bajones, siempre iba poquito a poco mejor…
Han habido momentos muy duros pero por suerte, se olvidan, sobre todo al ver de nuevo a tu hija, comiendo de todo, disfrutando de la comida, con el peso que le corresponde, y sobre todo viéndola FELIZ. Os aseguro que se olvida todo lo malo… y ahora que ya está curada hablamos con ella de la enfermedad!!! Y comenta que no le merecía la pena vivir en el infierno
que vivía por tener unos kilos menos… Y cuando la oímos hablar así, nos parece un sueño, después de la pesadilla que hemos vivido.

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